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¿Quienes son George Bush y John Kerry?

<strong>¿Quienes son George Bush y John Kerry?</strong> JOHN F. KERRY: El héroe de Vietnam libra su combate definitivo

Nacimiento:
Denver (Colorado-EE UU) 11 de diciembre de 1943
Estudios:
Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas
Otros datos:
Casado con Teresa Heinz. Tiene dos hijos de su anterior matrimonio con Julia Torpe

Mucho antes de que llegara a ser senador por Massachussets, John Kerry ( Denver, 1943) testificó ante un comité del Congreso como veterano de guerra. Corría el año 1971 y Kerry tenía 27 años. En su testimonio, el ahora candidato demócrata denunciaba la política de su país en la guerra de Vietnam y las graves violaciones de los derechos humanos cometidas por algunos de sus compañeros de armas. Poco podía imaginar Kerry que su pasado heróico en Vietnam, el eje de su campaña, iba a convertirse en una auténtica pesadilla y en el principal escollo en su carrera hacia la Casa Blanca.

Un grupo de veteranos puso en marcha este verano una operación de tintes amarillentos para ensuciar el historial de Kerry en aquella guerra, con anuncios en televisión pagados por personas próximas al presidente Bush que tachan de mentiroso al senador y cuestionan sus méritos y condecoraciones. Las acusaciones, aunque su solidez no haya sido aún probada, han tenido un efecto inmediato en la popularidad de Kerry, que ha caído en picado según las mismas encuestas que le otorgaban una ligera ventaja al término de la Convención Nacional Demócrata que le proclamó candidato a presidente el pasado mes de julio.

Los golpes bajos no han hecho mella en el enérgico discurso de Kerry, que ha logrado lo que parecía imposible: recuperar la fe en la victoria del Partido Demócrata. Con esa ambiciosa meta, el candidato concentra todos sus esfuerzos en convencer a sus compatriotas -muchos de los cuales siguen sin saber quién es Kerry y qué quiere para EE UU- de que será un presidente al que no le temblará el pulso si es necesario recurrir a la fuerza. Asume, al igual que Bush, que "América es un país en guerra contra el terrorismo", pero reclama un cambio de talante en la política exterior de su país. Su objetivo, que no oculta en cada aparición pública, es restablecer los lazos con los aliados y hacer de la diplomacia, despreciada durante el mandato republicano, el cauce habitual para resolver los problemas con el resto del mundo. Su primer compromiso, si gana los comicios, es "recuperar la confianza y la credibilidad en la Casa Blanca"-.

Todas estas promesas ha ido desgranándolas, con la ayuda del carismático John Edwards, en sus innumerables mítines por los Estados donde más encarnizada se presenta la batalla con los republicanos -Ohio, Florida, Virginia Occidental, Nuevo México y Carolina del Norte-.Lo que le falta a Kerry es resumir todas sus propuestas en un mensaje claro, directo y, sobre todo, ilusionante. Lograr, en definitiva, que los deseos de cambio que apuntan las encuestas se traduzcan en votos demócratas.

Los republicanos, conscientes de la dificultad de Kerry para entusiasmar al electorado, han recordado su carácter titubeante y oportunista, plasmado en multitud de votaciones en el Senado, donde ha representado durante 19 años a Massachussets. El sentido de su voto en asuntos de paz y guerra no ha sido todo lo congruente que se espera de un candidato a presidente. Votó a favor de las intervenciones militares en Afganistán, Kosovo, Somalia, Haití y Panamá, y, sobre todo, dio su visto bueno en 2002 a la invasión de Irak. Ahora quizá se arrepienta de esa decisión, ya que le ata las manos a la hora de criticar la política abusiva de Bush en el país árabe.

Kerry cuenta con una gran aliada, su esposa Teresa Heinz, quien entusiasmó al público de la convención demócrata con su discurso integrador y feminista, mucho más directo que el de su esposo. De origen mozambiqueño -habla a la perfección el portugués, el español y, por supuesto, el inglés-, no oculta que es propietaria de la gran fortuna del imperio de alimentación Heinz, heredado de su primer marido, el senador republicano John H. Heinz, muerto en un accidente de avioneta hace 13 años. Teresa se casó con Kerry en 1995 y éste aportó dos hijos de su breve matrimonio con la también millonaria Julia Torpe.

Edwards, la encarnación de la clase media

John Edwdars (Seneca, 1953) es el candidato elegido por Kerry para ocupar el cargo de vicepresidente. Hijo de un obrero metalúrgico y de una madre trabajadora, Edwards fue el primer universitario de su familia. Abogado especializado en la defensa de los consumidores y de las personas que han sufrido minusvalías por errores médicos, Edwards fue el azote de las compañías de seguros y los hospitales. A su compañero Kerry le ha aportado el carisma y la oratoria de la que éste escasea, si bien la única experiencia de Edwards en política ha sido la de senador por Carolina del Norte, cargo del que dimitió a comienzos de año para competir en las primarias del Partido Demócrata. Ese escaso bagaje es precisamente lo que más censuran los republicanos. El propio George W. Bush duda de la capacidad de Edwards para hacerse cargo de la presidencia si se viera obligado a asumir la primera magistratura del país. Un periodista le preguntó al presidente tejano por las diferencias entre el actual vicepresidente, Dick Cheney, y John Edwards. La respuesta de Bush fue tajante: "Cheney puede desempeñar la presidencia". Estas declaraciones de Bush se enmarcan en una calculada estrategia de desprestigio contra el joven senador, al que los republicanos acusan de falta de preparación en temas nacionales y de política exterior.

En todo caso, Edwards encarna como nadie la versión renovada del sueño americano. "Creemos que, en nuestra América, la familia en la que se nace y el color de la piel que se tiene no pueden jamás controlar el destino de nadie", proclamó el abogado sureño tras su designación. Edwards, a ratos, recuerda al mejor Clinton, logrando emocionar a muchos jóvenes que aún no tienen decidido el sentido de su voto. El cóctel Kerry- Edwards es atractivo para muchos estadounidenses, pero necesita ser aderezado con propuestas más concisas para que su mensaje de esperanza y credibilidad, ingredientes que los americanos han dejado de ver en el tándem republicano, movilice al electorado el 2 de noviembre.

GEORGE W. BUSH, un presidente para una guerra

Nacimiento:
New Haven (Connecticut-EE UU), 6 de julio de 1946
Estudios:
Licenciado en Yale. Máster en administración de empresas de Harvard Business School
Otros datos:
Casado con Laura Welch Bush y padre de dos hijas mellizas

"América está en guerra y necesita de líderes fuertes que conduzcan al país a una victoria segura contra el terrorismo". Esta frase, con distintas formulaciones, es la más repetida por George W. Bush (New Haven, 1946) en la campaña de las presidenciales del 2 de noviembre. No fue éste, en cambio, el discurso que le abrió las puertas de la Casa Blanca hace cuatro años, cuando su único bagaje político era el haber sido gobernador de Texas y, por supuesto, miembro de una de las familias con más tradición en la política estadounidense. El ganador de aquellas disputadísimas elecciones - el Tribunal Supremo declaró su victoria sobre Al Gore en un discutido fallo sobre el recuento de votos en Florida- defendía entonces una política exterior donde apenas se hacía mención a la amenaza terrorista.

A los pocos meses de estrenar presidencia, los atentados del 11 de septiembre cambiaron el rumbo de su mandato, que desde entonces se guió por la máxima del ataque preventivo: "atacar antes de que te ataquen", como le gusta decir a él. En su papel de comandante en jefe, ha embarcado al país en dos guerras: la de Afganistán, justificada por la agresión de Al Qaeda, y la de Irak, de dudosa legalidad, sin el apoyo de Naciones Unidas y cuya caótica posguerra sigue empañando los supuestos logros militares.

Pese a que Osama Bin Laden sigue sin aparecer, el conflicto en Irak ha debilitado la alianza, hasta entonces robusta, entre Estados Unidos y Europa, e incluso el propio presidente se ha visto obligado a reconocer que "calculó mal" la situación en la que iba a estar el país árabe tras la guerra. La lucha contra el terrorismo es el argumento preferido de Bush para colgarse medallas y atacar a su rival, John Kerry, al que acusa sin miramientos de ser débil y poco fiable para dirigir los designios de la mayor potencia del mundo. Además, los ataques de Bush se han visto beneficiados por la campaña de desprestigio contra Kerry, impulsada por un grupo de veteranos que cuestionan los méritos del demócrata en la guerra de Vietnam.

Bush, "el presidente de guerra", como él mismo gusta definirse, ha hecho del terrorismo su cruzada. La contundencia de su postura contrasta con la de Kerry, que ahora trata de matizar su apoyo a la invasión de Irak con críticas a la ocupación del país árabe.

Bush lanza a sus compatriotas un mensaje belicista, y parece que le funciona. Quizá influya en ello el hecho de que los norteamericanos, según revelan la mayoría de sondeos, han relegado la economía, desde siempre su principal preocupación, a un segundo plano en beneficio de la seguridad. Y en este aspecto es donde la sociedad estadounidense, a la que le gustan los mensajes sencillos y aún tiene miedo a nuevos ataques, parece decantarse por el actual presidente, que, al menos, cuenta con el mérito de haber unido al país tras sufrir el peor golpe de su historia.

Por otro lado, aunque todo apunta a que este año el norteamericano no votará con el bolsillo, o al menos no tanto como otras veces, la salud de la economía casi siempre ha sido determinante para adivinar en tiempo de elecciones el próximo inquilino de la Casa Blanca. Y la verdad es que las cosas no pintan mal para Bush,: el crecimiento económico es un hecho a pesar de que el empleo en algunos de los Estados clave - Ohio, Wisconsin, Michigan Pennsylvania, Nuevo México o Iowa- sigue sin levantar el vuelo. Por ese flanco, al menos, Bush respira tranquilo.

Parece, por tanto, que el horizonte de Bush está despejado de obstáculos para renovar su triunfo. Pero la ecuación no es tan sencilla. También tendrá que convencer al 10% de indecisos, una bolsa de votantes considerablemente inferior a la de otras elecciones, que no sabe qué hacer el 2 de noviembre. Lo que todavía está por ver es cuánto del sentimiento 'antibush', una realidad en Estados Unidos desde hace meses, ha calado en este segmento de la población.

Si bien los sondeos dan a Bush ventaja sobre su adversario, también reflejan un estado de ánimo favorable al cambio. Por ello y para evitar caer en triunfalismos, Bush tendrá que echar la vista atrás y recordar cómo su padre perdió las elecciones de 1992 ante Bill Clinton después de ganar en tiempo récord y sin apenas bajas la primera Guerra del Golfo.

Cheney sale del búnker

Dick Cheney, (Lincoln, 1941) es de nuevo el compañero de viaje de Bush en la candidatura republicana. Cheney, además, es un hombre de contradicciones. Lidera el ala más dura del Partido Republicano, los llamados neoconservadores, pero al mismo tiempo ha sido el primero en criticar la propuesta de Bush de enmendar la Constitución para prohibir los matrimonios entre personas del mismo sexo. Mucho tiene que ver en esto que su hija Mary, que dirige la campaña para su reelección, sea lesbiana. "La libertad significa libertad para todos", afirma Cheney.

Esta posición disonante unida a sus problemas de salud hizo pensar a muchos analistas que no seguiría siendo la mano derecha del presidente durante la batalla por las presidenciales de noviembre. Pero no ha sido así, como se demostró en la convención republicana, en la que Bush sacó de nuevo a escena a su vicepresidente, que no defraudó a los cerca de 5.000 delegados con sus encendidos ataques a Kerry.

Discretamente parapetado a la sombra del presidente, Cheney ha sido duramente criticado por ser un político "difuminado", sobre todo a raíz del 11-S, cuando fue trasladado a un búnker secreto, sin que la opinión pública tuviera nuevas noticias de él en semanas. Lo que no se puede decir de Cheney es que no conozca los entresijos del poder en Washington; ha trabajado a las órdenes de cuatro presidentes: Nixon, Ford, George Bush padre y George W. Bush.

En la Casa Blanca dirige los trabajos con mano de hierro y ha ejercido una influencia notable en las decisiones más importantes de Bush en política exterior, sobre todo en lo referente a Irak. Cheney siempre fue favorable a una intervención unilateral en ese país, sin importarle la búsqueda del consenso con los países aliados de Washington.

Los demócratas critican su pasado empresarial. Dirigió la multinacional energética Halliburton entre 1995 y 2000. Ya en la Casa Blanca, Cheney tuvo un importante papel en la concesión a Halliburton de contratos de suministro a las tropas estadounidenses. Los supuestos fraudes de esta empresa en Irak están siendo investigados por el Congreso estadounidense, el Departamento de Justicia y el Pentágono.

El peso de Cheney en el Partido Republicano es indiscutible, pero contrasta con la imagen que proyecta en la sociedad: no es bien visto por el 45% de los norteamericanos. Cheney puede acabar siendo una carga más que una ayuda para Bush.

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